Análisis, por Sergio Tagle Córdoba

No hay plata. De la afirmación a la pregunta

No hay plata”. Así dice la leyenda de la remera que La libertad avanza lanzó para este verano. Más riguroso sería poner este enunciado entre signos de pregunta. ¿No hay plata?

A veces se dice que Argentina es un país pobre. Una primera escucha de esta afirmación lleva a afirmar ¡No puede ser! No somos pobres. Tenemos cereales, petróleo; tenemos tierra fértil, cosechas, productos para alimentar a más de 400 millones de personas etc. y ahora, como si fuera poco tenemos litio. Entonces, no somos pobres. Somos un país empobrecido. Empobrecido ¿por qué, por quiénes? Y acá empieza la discusión no resuelta. El argumento dominante dice que la Argentina es un país empobrecido por el Estado que ahoga con impuestos a la iniciativa privada.

Hay otros argumentos que dicen “la riqueza sobra”. Pasa que su propiedad está concentrada en pocos. Y esto es lo que produce la pobreza cuyos índices conmueven periodistas, alarman a economistas, a políticos que defienden a los apropiadores de todo lo que les falta a otros. Esta explicación de la pobreza es la que menos circula en el discurso público. Quien la diga será descalificado por populista, zurdo, “los zurdos van a correr”. Pero más allá de ideologías, hay verificaciones empíricas para sustentar estas afirmaciones. Lo propio podemos decir de la afirmación “no hay plata” que es afirmación de esta remera para el verano y también afirmación de Estado. Con este enunciado pasa algo parecido. Vale para la mayoría paro no vale para las grandes alimenticias como Arcor, Ledesma. Para los bancos, para los agroexportadores. Para el Fondo Monetario Internacional. La verificación, en este caso, nos la proporciona una revista de ese lado, de ese campo de intereses: la revista Forbes y el ranking anual de las personas más ricas del planeta que hace esta publicación. Allí están Marcos Galperin, Alberto Roemmers, Alejandro Bulgheroni, Eduardo Costantini, Eduardo Eurnekian, Gregorio Pérez Companc y Paolo Rocca. Estos son los siete empresarios argentinos que entraron en el ranking de patrimonios y fortunas personales más millonarias del mundo.

Hoy nos enteramos que la canasta básica de alimentos que marca la línea de pobreza asciende a $426. Es decir, la cantidad de pobres aumentó en centenares de miles.

En Argentina se discute y se va a discutir más a partir del lunes si a los pobres que cortan la calle pidiendo empleo genuino y medidas de emergencia para paliar el hambre hay que reprimirlos o sacarles los planes sociales. Mientras, hay siete argentinos entre los más ricos del mundo. ¿Se trata de pensonas que se ganaron la plata trabajando? Marcos Galperin, argentino residente en Uruguay para no pagar impuestos ¿trabaja más de 8, 10, 12 horas por día? Si lo hace, no cierran las cuentas porque su fortuna asciende a  U$S 3.900 millones.

Lo propio podemos decir de Paolo Rocca y los otros argentinos más ricos del planeta.

Entonces, plata hay. Falta que cada quien tenga la plata que se gana trabajando. No mucho más porque eso “mucho más” se lo estará quitando a otro. Falta que quienes no tienen trabajo puedan acceder a empleos que le garanticen, por lo menos, los $426 mensuales que marcan la línea de pobreza. Si se les ofrece un trabajo por $200 o menos, es lógico que sigan protestando.

No hay plata vale como interrogación, no como afirmación. Sí vale como pregunta.Y a la hora de responderla se van a enfrentar por lo menos dos paradigmas. Uno dice “que los ricos se enriquezcan y esa riqueza algún día va a derramar. A través de impuestos o por otra vía”. Otra dice “para cada quién según la cantidad y la calidad de su trabajo”. Y trabajo con salario igual a la línea de pobreza para todos. Hoy, 426.000 pesos.

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