COLUMNA DE OPINIÓN

Los intereses siempre pesan más que las ideologías

A poco andar el gobierno de Carlos Saúl Menem, la gente se dio cuenta que aquello de “la revolución productiva y salariazo” había sido solo un slogan de campaña. La política económica y social implementada era diametralmente opuesta a la de los gobiernos populares de Juan Domingo Perón que el riojano pregonaba.

Los reproches no se hicieron esperar y los menemistas se justificaron sacándole provecho a lo simbólico de la caída del Muro de Berlín (1989) y respondiendo que las ideologías habían fenecido. También fue un slogan que convenció a muchos; nacieron fanáticos del Neoliberalismo y de un peso igual a un Dólar.

El nuevo siglo se inició con un gobierno popular en Venezuela y, pronto, surgieron mandatos  del mismo signo para la región. Los lazos de hermandad estaban asegurados y facilitarían intercambio, cooperación y asistencia de la más diversa naturaleza.

Si hay algo que perjudica económicamente a las naciones subdesarrolladas o emergentes (como las nuestras) es la suba del precio del petróleo; el efecto inmediato es un aumento del valor de los combustibles y el consecuente impacto sobre precios; la dañina inflación.

En 2007, al precio del crudo lo caracterizaba un aumento sostenido. La presidente de Chile Michelle Bachelet, que cumplía su primer mandato, pidió expresamente al bolivariano Hugo Chávez que, como miembro de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), votara a favor de una política que acrecentara la producción para bajar los precios.

No obstante, en la cumbre de la OPEP quien impulsó esa política fue Arabia Saudita; Venezuela (Chávez) e Irán (Ahmadineyad) plantearon que U$S 100 era un precio justo y que si era necesario había que subirlo más. Triunfó su postura. Desde La Moneda pidieron explicaciones que nunca llegaron. En La Rosada miraron para otro lado y siguieron subsidiando.

Además de perjudicar a “los hermanos latinoamericanos”, a juzgar por la caída posterior (hoy el precio del crudo no llega ni a la mitad) la gran víctima fue Venezuela. Lo demuestra la crítica realidad que refleja como tambalea el país y, con él, el régimen chavista devenido en tiranía.

Por Roberto A. Bravo