POR DAMIÁN ZÁRATE ANÁLISIS

La resiliencia de Independiente

Por @damianzarate1

Si bien no es tiempo de hacer balance porque el semestre aún no terminó, y es la semana previa a dos partidos definitorios, hay algo que sí se puede argumentar antes de esos resultados, Independiente es un equipo serio, y que además, tiene una fisonomía que respeta.

Claramente osciló en los niveles de juego a lo largo de estos 18 partidos que disputó en la segunda era a cargo de Julio César Falcioni (13 de Liga, terminando tercero en el grupo B, es líder del grupo 2 de la Copa Sudamericana luego de cuatro fechas, y además la victoria en 16avos de final en Copa Argentina contra Villa Mitre, en Mar del Plata).

En la Copa de La Liga sufrió más de lo que debió para estar en el póker de clasificados. Tuvo un comienzo errático con Lanús, pero luego metió una seguidilla de buenos partidos, consiguiendo resultados y hasta mostrando un nivel aceptable en derrotas, como por ejemplo con Vélez en el Amalfitani. Sufrió un bache, producto de haber tenido un contagio masivo de Covid_19 a lo largo de varias semanas, perdió el clásico por un fallo arbitral, más allá de haberse enamorado del punto en el Cilindro, Falcioni primero contagiado y luego condicionado por acompañar hasta último momento a su esposa… Ese compendio de inconvenientes, más una propia matriz de pensamiento futbolero, no llegaron a generar un juego sincronizado, pero si una idea clara, un equipo fuerte, que conoce sus limitaciones y potencia sus virtudes.

Un plantel que fue potenciado desde el día uno del arribo de “El Emperador”: ratificó a Sosa en el arco, armó una línea de tres centrales con Barreto siendo Sarmiento –jugando siempre- e Insaurralde como bandera. En el medio del torneo lo transfirieron a Alan Franco a la MLS y eso permitió que sumaran minutos Ayrton Costa y Ostachuk. Las alas defensivas siempre fueron de menor a mayor: Bustos clave por la derecha, y en la izquierda alternaron Togni, Lucas Rodriguez y Ortega. La mitad de la cancha lo encuentra siempre al “Perro” Romero, complementándose con Blanco o “Saltita” González. Los “wines” los encontró entre los jugadores “descartables”. Potenció al “Tucu” Palacios y Menéndez, que antes de la llegada de Falcioni no querían ni pasar por la puerta de Villa Domínico.

En la Copa Sudamericana, pudo sobreponerse a todo. La odisea en Brasil unió aún más al grupo. Y desde lo estrictamente futbolístico mostró ser el mejor de la Zona B. Ahora tiene dos partidos de local para poder clasificar (Bahía y Guabirá). En esta competencia se vio lo más destacado del “Talibán” Herrera (seis goles), Alan Velasco (una de las deudas grupales y personal del mismo futbolista es encontrar mayor regularidad) y Andrés Roa.
Muchos planteles sufrieron bajas en esta coyuntura pandémica que golpea al globo entero, pero “El Diablo”, con el tridente de bastón, pudo apoyarse y mostrarse siempre erguido, con una imagen incólume, rocoso, fuerte, y eso se debe a ser un equipo RESILIENTE. Será porque el líder del grupo superó una enfermedad difícil y hoy la vida le vuelve a presentar el desafío de no contar con su compañera, que su capitán, Silvio Romero, también se sobrepuso a situaciones límite en su vida personal. El manejo de los intangibles es una fortaleza de este “Rojo”, y en los próximos días tendrá la chance de volver a demostrarlo en el rectángulo verde.

Con la columna vertical definida y clara (Sosa – Insaurralde – Perro Romero – Chino Romero), con el aporte insoslayable de los canteranos (Barreto, Bustos, Velasco), el oportunismo de Herrera, y la templanza de un cuerpo técnico que supo acompañarse en momentos límite, le permiten pensar en seguir mejorando, y en ese camino sumar victorias y conseguir objetivos.