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El idilio de Trump y Putin en medio de la nueva Guerra Fría

El martes 4 de abril The Washington Post publicó una noticia destacada: Erik Prince, el fundador y presidente de Blackwater se reunía, en nombre de Donald Trump, con un hombre cercano a Vladimir Putin para dejar un puente reservado de diálogo entre los dos presidentes. El encuentro se habría llevado a cabo en las paradisíacas Islas Seychelles. Usted se preguntará: ¿Y quién es Prince? ¿Qué es Blackwater? La respuesta es sencilla. Prince no tiene parentesco alguno con el cantante que murió hace un año de una sobredosis y que se hizo tan conocido por temas como Purple Rain. Erik Prince fue oficial de los grupos selectos de la marina estadounidense conocidos como Seal  (acrónimo de Mar, Aire y Tierra, y que significa foca en inglés). Los Seal se dedican a intervenciones militares en territorios extranjeros como, por ejemplo, la ejecución extrajudicial de quienes Estados Unidos considera sus enemigos. Este Prince creó Blackwater (agua negra) cuya música es el sonar de la metralla de los ex Seal devenidos contratistas, una categoría de soldados privados que en Irak fueron acusados de cometer matanzas de civiles. Prince, como embajador reservado de Trump, no es más que la certeza de que la diplomacia está en manos de empresarios petroleros y soldados preparados para actuar al margen de la ley.

El mundo vive una guerra fría, que por ahora no tiene fronteras claras. Lo más curioso del caso es que los presidentes de Rusia y Estados Unidos, en vez de aparecer en trincheras opuestas, viven una poco creíble alianza. Tienen seguro dos cosas en común: extender sus negocios energéticos y aumentar sus inversiones en la carrera armamentista.

En Pasado Presente, Eduardo Anguita analiza la novedosa alianza entre los líderes de Estados Unidos y Rusia, cuyo alcance aún resulta incierto.