EDITORIAL ENTRE RÍOS

El adiós a un líder

Queremos expresar nuestras condolencias a la familia de quien fuera tres veces gobernador de esta provincia, Jorge Pedro Busti; que, como ustedes saben, falleció ayer a la edad de 74 años. La Historia, con sus oficialismos y revisionismos, sabrá seguramente encontrar para Busti el lugar que la reflexión desapasionada permite, como sucede con los grandes dirigentes. Creo que Busti, en términos del apoyo y reconocimiento de su pueblo en elecciones, fue el más grande de Entre Ríos, en esta etapa de recuperación democrática. Probablemente pocos dirigentes del peronismo puedan afirmar que no provienen, de una u otra manera, de alguno de los tantos proyectos políticos que encaró a lo largo de su extensa carrera. De alguno de sus tantos riñones políticos. No sólo los actuales, en muchos casos también sus padres. Desde el gobernador, quien ayer posteó una foto de Busti con su padre, Elvio Bordet, cuando éste era su funcionario en Concordia, pasando por legisladores, sindicalistas, integrantes del Poder Judicial, policías, dirigentes de organizaciones sociales y civiles, militantes de toda la vida, hijas e hijos. Lo que se dice, una vida dedicada por entero a la política y a la construcción del poder en democracia.

Cuando se va un dirigente de la envergadura de Busti es difícil hacer una semblanza sin dejar afuera más de los que uno puede incluir. Se trata siempre de figuras cuyas trayectorias y matices se presentan inabarcables. A lo largo de su vida política fue protagonista, sin dudas, de episodios brillantes y otros merecedores de la crítica, que – entendemos – no es este el momento de recordar. Como político fue siempre un hombre de diálogo y de consensos, portador de una astucia poco común y un articulador notable. Sin grandes alardes de protagonismos ni pretensiones oratorias, sus discursos solían ser breves pero claros, dirigidos siempre al pueblo trabajador. Fue un pragmático y tal vez, como lo definió su amigo y ex funcionario, también fallecido, Oscar Pacha Mori, fue un conservador. Pero nunca un autoritario.

Fue gobernador por primera vez a los 39 años, en 1987. Y su primera gestión es bien recordada, por sus políticas sociales, de inclusión, obras de gas y la gestión de salud, sobre todo. En tiempos en los que la Constitución entrerriana no permitía la reelección, impulsó a su sucesor, Mario Moine, con quien resultó enfrentado y a quien sucedió posteriormente, en 1995. Como gobernador o como jefe político, fue instrumentador y garante de las políticas neoliberales implementadas en los 90, privatizaciones y denuncias de corrupción incluidas, matizadas por una sensibilidad peronista, hay que decirlo. Políticamente será siempre difícil disociar su figura, sobria y de perfil reservado, de la de Carlos Menem. Por más diferencias de estilo, las políticas del riojano tuvieron su correlato en la provincia, con Busti. También convivió, como gobernador, en su tercera gestión, con Néstor Kirchner presidente. Con quien debió encarar la reconstrucción económica y social de una provincia tan o más devastada que el resto del país, con bonos federales a los que hubo que sacar de circulación como primera tarea. Eran tiempos en que volver a pagar los sueldos de la administración pública “en tiempo y forma” resultaba toda una hazaña administrativa. La desaparición de la adolescente Fernanda Aguirre y las vicisitudes de su búsqueda, con intrigas y hechos poco claros, eran una espina clavada en su sensibilidad, y no lo disimulaba. El conflicto por las pasteras, en Gualeguaychú, puso una vez más a prueba su pragmatismo. Y en 2008 fue presidente de la Convención Constituyente que instauró la reelección de la que él no gozó. En el colmo del pragmatismo, al que algunos llamarán de otra manera, habrá quienes no le perdonarán su palco con dirigentes de la Sociedad Rural, frente al Túnel Subfluvial, durante el conflicto por la 125, ni sus alianzas electorales con dirigentes del PRO. En los últimos tiempos oficiaba en apariencia como consejero de sus compañeros del gobierno, con una buena relación con el gobernador Bordet. Pero no era solo eso. Busti nunca se retiró de la política. Y su habilidad para el diálogo, sus relaciones con dirigentes de todos los sectores, resultaron siempre un activo que hacía valer en cualquier gestión. Busti fue mucho más que lo que intentamos esbozar en este comentario, por supuesto. Cuando fallece un dirigente de estas dimensiones es imposible sustraerse a un sentimiento de fin de época. Pero, sobre todo, fue un dirigente que supo ganarse el respeto y en muchos, muchísimos casos, el cariño de sus conciudadanos, y de “los compañeros”. Tanto que, cuando por redes sociales o por Whatsapp se viralizó su fallecimiento, en la mayoría de los casos, no se hacía referencia a Busti. El mensaje fue: “Murió Jorge Pedro”. Y todos supieron quién era.

Editorial de José Luis Ferrando, licenciado en Comunicación Social, periodista de LT14 Radio Nacional Paraná.