COLUMNA DE OPINIÓN

Derechos y obligaciones. Las leyes se hicieron para cumplirlas

¿Cuántas incumplimos? Muchas. De todos modos es muy difícil estimarlas toda vez que hay contravenciones crónicas y eventuales.

Entre las primeras, y a la cabeza, está la de la libre circulación, vigente desde la promulgación de la misma Constitución Nacional. Burlarla se arraigó a través del tiempo. Para encontrar un origen, debiéramos remontarnos a 1997: en el Norte los cortes de ruta en Tartagal; en el sur los de Cutral Có. Ambos eventos (porque se pensaba en hechos circunstanciales) se prolongaron por espacio de un mes y, para desbaratarlos, el menemismo inventó los Planes Sociales. Una cosa trajo a la otra. Causa y efecto.  Multiplicidad y continuidad en el tiempo.

Y clientelismo, por supuesto.

En éste año y medio de gobierno, el Ministerio de Seguridad de la Nación barajó una y otra vez las distintas posibilidades para terminar con los piquetes. Lo complejo es la instrumentación: son conflictos muy dinámicos y las fuerzas de seguridad van pisando la línea entre lo legal y lo que no lo es.

Ayer, piqueteros cortaron todos los carriles de la Avenida 9 de Julio con lo que ello implica. La CABA ha preparado una fuerza especial que actuó y concretó el desalojo.

Por estas horas se escuchan voces que hablan de represión. Y si, fue eso. Dejando de lado la vinculación de la palabra al accionar de la dictadura militar, la represión se pone de manifiesto cuándo hay un ilícito y cortar calles y rutas lo es. ¿Acaso rechazamos la represión contra delincuentes? ¿Cuestionamos a uniformados que reducen a un ladrón? ¿Cuál es la diferencia? Porque, en la víspera, con la excusa de la protesta social aparecieron activistas con rostros cubiertos y palos y piedras en las manos.

Existe otra forma. El lunes próximo pasado, con motivo del decimoquinto aniversario del asesinato de kosteki y Santillán, organizaciones sociales pidieron permiso y fueron autorizadas a realizar un acto cortando el tránsito en el Puente Pueyrredón. Y requerirlo no desmereció el recordatorio de los dos brutales asesinatos ni a sus organizadores.

Por la suma de las partes, tal vez comencemos a advertir un apego mayor a las leyes.

Los derechos de unos terminan donde comienzan los de los otros.

Por Roberto A. Bravo