COLUMNA DE OPINIÓN

Dejalos, tienen derecho a una infancia feliz

Dejalos que crezcan jugando con tierra aunque se ensucien. Aceptalos embarrados en cuerpo y ropa (para eso está el jabón…)

Dejalos que jueguen.

Aceptalos haciendo simplemente lo que quieren y necesitan: jugar. Eso. Las presiones tienen más que ver con vos y tus sueños que con ellos.

Dejalos con sus berrinches para llamar la atención.

Aceptalos en tu cama en plena noche o en la suya con la luz encendida hasta que se duerman. Vos también tuviste miedo. Sabes de qué se trata.

Dejalos que no tengan apuro por más que te exaspere. Aceptalos llegando tarde a la escuela (¿Quién no? ¿Te olvidaste de las veces que ya habían cerrado la puerta, tuviste que esperar, te apercibieron y hasta te pusieron media falta por tus tardanzas?).

Dejalos gozar de esas pequeñas dosis de libertad. Ese tiempo feliz impregna los sentidos y se queda para siempre. Después de todo hablamos de pequeñas porque el desarrollo correcto que le inculcas tiene límites y el camino a transitar, márgenes.

Eso sí; cuidalos. Hay mucho que podes prever. Cuidalos sin perder tu propia libertad (de paso revivirás aquellos días tuyos). Y disfrutalos; la vida pasa tan rápido que cuando caes en la cuenta dejaron de ser niños.

No hay escuela para padres. Salvo consejos, no hay materias para estudiar ni para rendir. Pero te habrás recibido con buenas calificaciones si, el día de mañana, cuando tus niños hurguen en sus recuerdos, se les escapa un ¡Qué linda fue la niñez!

Dejalos. “La mejor forma de hacer buenos a los niños es hacerlos felices” (Oscar Wilde).

 

Por Roberto A. Bravo



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