Columna Escoliosis MENDOZA

De izquierda a derecha y al revés. Murió Menem

 

 

Escoliosis capicúa

Su propio apellido pudo ser una señal que no advertimos. Un palíndromo. Como sabemos, el palíndromo es aquella palabra que puede leerse de izquierda a derecha –tal como hacemos siempre- pero también de derecha a izquierda, sin que sufra modificaciones. Capicúa de letras, o sea, palabra reversible. Tal como Menem. O como somos.

Pocas figuras conocidas ofrecen tantas dificultades a la hora de elaborar un breve juicio social, una crítica.  En este caso y con el cadáver aún entre los transeúntes, más difícil, aún.

Jamás se podrían cerrar los interrogantes que se abren sobre una persona, menos si se trata de alguien que ha accedido al poder público y además que le haya ganado al promedio de longevidad. Casi 91 años.

Una larga historia lo complica todo, porque hay más testigos y tuvo más tiempo para dejar heridos y lesionados al costado de su camino.  A escasos personajes se les perdona el ocultamiento de parte de esa historia, como ocurre con el Jesús Cristo de los evangelios, o con el mismo Gardel, de quien se desconoce su biografía cuando púber.

Menem, aunque lo leamos al revés, dará un único resultado. Lo complejo es que ese resultado no parece inequívoco y tampoco invariable.

Sin adentrarnos en aquellos datos que ya están abrumándonos desde todos los medios, podemos resumir que fue un musulmán que se convirtió al cristianismo. Un hombre que no superaba el metro 65 de estatura pero jugó y con buen desempeño al básquet. Un abogado, recibido con buenas calificaciones en la Universidad estatal de Córdoba, que alguna vez dijo haber leído a Sócrates. Todo esto, casi anecdótico.

Uno de los presos políticos de la dictadura militar que supo tener algunos mínimos privilegios, a partir de su libertad, se transformó en un caudillo tenaz y exitoso, desafiando las leyes de la alta política , algo que también siempre lo caracterizó, me refiero a desafiar las leyes

Desde un pueblo pequeño y lejísimo de la mirada porteña, supo ganar la atención, principalmente, por ser un rebelde de las convenciones y un desobediente partidario. Y muchos no lo vieron.

Logró sus primeros titulares en medios nacionales por el rechazo que María Estela Martínez, la viuda de Perón, hizo elocuente en Madrid. Él sabía que la única oportunidad provechosa y con repercusión sería que Isabelita lo destratara. Lo consiguió. Le arrojó el ramo de flores que él le había ofrendado. La picardía se torna inteligencia cuando el resultado es el óptimo.

Cuando Menem –desde el justicialismo, como la mayoría de los gobernadores de entonces- apoya a Alfonsín para la aceptación de la mediación papal por el conflicto del Beagle, en clara oposición con la decisión del frente justicialista, comienza a insinuar que La Rioja le queda chica. Luego, se opone al divorcio, y así fue obteniendo conocimiento, por díscolo e iconoclasta más que por algún brillo en su gestión.

 

El desmoronamiento de la gestión de Alfonsín colaboró y bastante. En julio de 1988 el peronismo definió en internas el binomio para las elecciones del próximo año. Cafiero De La Sota versus Menem Duhalde. La simpatía del caudillo riojano compitiendo en lista corta contra la verba elegante del por entonces gobernador de Buenos Aires, Antonio Cafiero. Una interna en la que participaron más de un millón y medio de personas. Menem superó el 53 por ciento, pero esa interna era acaso la pequeña lucecita de una linterna con poca batería.  La preocupación nacional estaba en otros números, los de la inflación, que en junio , sólo en el mes previo a esas elecciones, trepó al 18%, y faltaba lo peor

La imagen del candidato Menem para gran parte de la sociedad ilustrada, asemejaba a una caricatura del Tigre Facundo Quiroga. Y era el retador, en términos boxísticos, del atildado gobernador de Córdoba, Angeloz, quien cifraba su campaña prometiendo un lápiz rojo. Nunca podrá ganarle un lápiz rojo a una revolución productiva, sólida matriz de campaña del riojano.

El domingo 14 de mayo de 1989, el 48% del electorado prefirió la propuesta peronista, superando por más de 15 puntos a su contrincante radical. Algo que ninguna de las grandes empresas de análisis político vaticinó, y tampoco el periodismo político de entonces.

Con hiperinflación, el desconcierto que generaban los intentos de golpes y un cambio en el signo político de gobiernos, el intervalo entre Mayo y Diciembre sería análogo a eternidad y caos. Se adelantó el traspaso de mando.  El 8 de Julio asumiría el doctor Carlos Saúl Menem a la presidencia, de manera categórica.

El primer acto estuvo repleto de simbología peronista. Se cumplió uno de los encargos que Perón había pedido en sus últimos días de vida: repatriar los restos de Juan Manuel Ortiz de Rosas. El otro, era recuperar la soberanía de Malvinas, algo que nunca estuvo en la agenda de Menem.

En su primer discurso abordó el tema de acabar con las rivalidades intestinas, lo que ahora llamamos grieta. A partir de su gestión, incluiríamos a todos. Repatriar a Rosas, pero elogiando y reconociendo a Sarmiento y a Mitre. Un pacifista e integrador. La cuestión es que no se demoró nada en sacar a la luz su plan económico “B.B. , criatura parida en el Consenso de Washington y que llevaría a cabo con los responsables de Bunge y Born, la síntesis del antiperonismo perfecta.

La reforma del Estado impulsada por Menem en coincidencia con la caída del muro de Berlín y la consolidación del neo liberalismo en el Mundo, encajaba de modo exacto en la contracara de un modelo de desarrollo propio, aniquilando cualquier posibilidad de independencia económica,  sin resistencia alguna a la sujeción política externa y lo que se notó al poco tiempo, conjugando esas políticas, lo de la justicia social sonaba claramente imposible.

Menem lo hizo. Un cambio muy significativo en la actualización tecnológica, en la modernización de los sistemas de comunicación, en las inversiones.

La destrucción de los tres estandartes del peronismo no tuvo suficiente peso a la hora de su reelección. Cambió de rostros las sonrisas y de manos los votos.  Un hombre que dominaba la política con tal destreza que le permitió ser el presidente que más tiempo ha permanecido, de manera legítima y pacífica en el máximo cargo de la república Argentina. No es poca cosa.

Asumir un error requiere de humildad o al menos de sensatez. Negarlo contribuye a repetirlo. El problema se agrava cuando alguien tiene poder de seducción convincente, como fue el caso de Menem, que si no alcanza a embriagar a los de una facción, enamora a los de enfrente.

A la vez, Menem también conquistó un odio ilimitado. Tanto que sus conductas hicieron coincidir a oponentes del campo intelectual. La incompatibilidad ideológica de Juan José Sebreli y de Mempo Giardinelli desapareció en la demonización de la figura de este personaje que acaba de morir, todo un ejemplo.

Quizá por indulgencia pos mortem, intentando desdramatizar el daño intenso que generó en la política, desmovilizando, incentivando la individualidad por sobre la construcción solidaria, habiendo enajenado gran parte del patrimonio nacional, otorgando indultos imperdonables y soportando aún una crisis de pobreza estructural que tanta responsabilidad le cupo, no puedo evitar recordarlo como un extraño galán de la farándula y un prestidigitador de esperanzas. Un mufa irrefutable y un elegido. Elegido dos veces por una mayoría que en ocasiones, no logro entender. Pero igual, acepto el desafío de intentarlo. Ya podemos atrevernos a nombrarlo.

A esta historia, como a Menem : se verla al revés