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Bombas sobre Nacional Santa Rosa

La Argentina industrial que el primer peronismo moldeó aferrada a los derechos laborales, cambiaron la matriz económica de un país concebido como colonia solo proveedora de materias primas. El poder real volvió por sus privilegios. Primero el intento golpista de 1951 que estalló en Córdoba, después las bombas en las bocas de los subtes de abril de 1953, más tarde el bombardeo a Plaza de Mayo y luego el golpe de Estado de septiembre de ’55.

La dictadura que pactó el ingreso de Argentina al Fondo Monetario Internacional, derogó la Constitución de 1949 y luego firmó el decreto 4161. Prisión por "La utilización de imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, tales como peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición, la Marcha peronista y los discursos del presidente Juan Domingo Perón y de Eva Perón, así como el nombre propio del presidente depuesto o el de sus parientes".

La búsqueda de la proscripción eterna del sector que había dinamizado la economía través de la demanda comercial de los que antes comían salteado, se transformó en una declaración de Guerra. “Lo que yo nunca le voy a perdonar a Perón es que durante su gobierno y luego también, el negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. ¡Ya no pedía. Discutía!”, dijo Robustiano Patrón

Costas, el salteño azucarero que había sido consagrado “presidente de la Nación” en la Cámara de Comercio Argentino-Británica. Fue el protagonista del capítulo inconcluso de la “Década infame” con fraude patriótico.

LA RESISTENCIA: “Hay un fusilado que vive”, fue la frase que enfrentó cara a cara a Rodolfo Walsh con la verdad. Su investigación documentó “la barbarie de la civilización” y lo invitó a revisar quién era. Su trabajo, como sucedió después con Osvaldo Bayer y los fusilamientos de la Patagonia, transformaron en documento politico, historias que pretendieron enterrarse en basurales o estancias de la oligarquía.

Los generales Juan José Valle y Raúl Tanco y el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, encabezaron el sueño del regreso de la democracia y del ex presidente en el exilio. Había dos grandes usinas, desde las que se encendería la mecha: La Plata en Buenos Aires y Santa Rosa en La Pampa.

La proclama revolucionaria se escuchó desde LRA 3 Nacional Santa Rosa, la fría noche del 9 de junio.

 

Oscar Nicolini inaugurando LRA 3 Santa Rosa, el 9 de julio de 1950.

Dante Pracilio, nombre y apellido perdido en la historia, fue el que leyó las líneas que amenazaban al régimen que liderada el general Aramburu.

Desde la radio que había inaugurado el peronismo, el 9 de julio de 1950 a través de la visita del ministro de Comunicaciones, Oscar Nicolini, partió la voz de Pracilio. Pero el mensaje no se escuchó en la casa de Hipólito Yrigoyen 4519, en la que un grupo de civiles escuchaba Lausse-Loayza desde el Luna Park. No se escuchó en el resto del país. Todos esperaban la señal que nunca llegó a cruzar el país de norte a sur y de este a oeste.

Al día siguiente, como pichones de las bombas del 16 de junio de 1955, partieron los aviones de la dictadura, desde San Luis, para inutilizar la planta transmisora de la Av. Alfredo Palacios.

En La Pampa, el capitán Adolfo César Philippeaux había logrado lo que no pudo llevar a cabo Cogorno en La Plata: tomar el objetivo.

Valle y Cogorno terminaron ante un peloton de fusilamiento. Tanco salvo su vida refugiado en la residencia del embajador de Haití. Y Philippeaux terminó preso y luego fue indultado por Frondizi.

En toda la provincia de La Pampa, se registraron 300 detenciones y 32 quedaron en prisión.

La salvaje represión tuvo un saldo de 32 muertos: 16 asesinados durante los hechos y otras 16 ejecutadas luego de ser encarcelados.