COLUMNA DE OPINIÓN

Agua: la escasez deberá agudizar el ingenio

La mayoría de las grandes innovaciones no nacieron en un contexto de abundancia de recursos, sino en tiempos de fuertes restricciones y donde la innovación era la única opción. En ésta coyuntura hay que hacer más con menos. Vaya desafío.

La presentación está relacionada con el uso de las aguas del Río Atuel. Lo primero que hay que tener en cuenta para la distribución es lo que indica la ley y la Constitución: la prioridad es el uso poblacional y, después, el agrícola. Quiere decir que el agua para las actividades turísticas vendría luego. Eso está muy claro.

Durante varios años, el río gozó de dotación por lo que nació y potenció el dinamismo recreativo de Rafting y Kayak que hicieron mucho más atractivos los paquetes turísticos y ayudaron a que San Rafael creciera como destino.

Pero eso fue antes. En los últimos tiempos, cada año precipita menor cantidad de nieve y, para éste, las previsiones hablan de un 50% menos de lo necesario. Eso se traduce en un 30% a un 40% de agua menos corriendo por los cauces de nuestros ríos.

Ante éste panorama (entre el 23 y 27 de octubre venideros) las autoridades del Departamento General de Irrigación, cifras en mano, presentarán en San Rafael el pronóstico de riego en base a los datos definitivos de la precipitación nívea. Y, al mismo tiempo, un plan de riego que, uno imagina, debe pasar por un relevamiento de todas y cada una de las fincas para saber, primero, si realmente tienen plantaciones, si están productivas y, si es así, qué cantidad de agua es la que ciertamente precisan sus cultivos.

En ese ámbito se sabrá si habrá agua para las actividades turísticas y cuánta. Si los prestadores podrán disponer de determinada cantidad para elaborar un calendario o, definitivamente, deberán sacar de las promociones el esparcimiento en el río.

En principio, la idea es aplicar ese plan de contingencia durante un lustro, supeditado siempre, a la disponibilidad.

Ojala la naturaleza favorezca a todos. Ojalá la ayudemos.

Por Roberto A. Bravo