COLUMNA DE OPINIÓN

Ribetes novelescos de la Argentina convulsionada

1975 debe ser uno de esos años que pocos querrán recordar. Por el Rodrigazo (al que ya nos hemos referido) la gente hacía cola para conseguir alimentos porque la inflación era tan galopante que fabricantes y vendedores escondían los productos especulando con las subas y presionando por el cambio de política.

 

La violencia política enfrentaba a la guerrilla Montonera y del E.R.P. con la Triple A del gobierno porque, tras la muerte de Juan Domingo Perón, María Estela Martínez (Isabelita) era presidenta pero gobernaba José López Rega (El Brujo).

 

No había día en que no se registraran enfrentamientos y atentados. Sangre derramada de los bandos en pugna y de inocentes también. La situación de beligerancia y una sociedad mayoritariamente poco democrática abrían las puertas para un golpe de estado.

 

Mañana se cumplirán 42 años de la muerte del dirigente sindical Agustín Tosco. Como titular del sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba había tenido gran protagonismo en el Cordobazo (1969). Ello le valió persecución y cárcel de los gobiernos de facto de Onganía y Lanusse. Volvió la democracia (Héctor Cámpora - 1973) y su enfrentamiento fue con el peronismo ortodoxo (de derecha), fundamentalmente con el entonces titular de la C.G.T. José Ignacio Rucci. En 1974, apuntado por la Triple A, pasó a la clandestinidad, algo bastante común por entonces.

 

Al poco tiempo enfermó siendo imposible una internación porque sería asesinado no bien se supiera dónde estaba. Así, compañeros de Luz y Fuerza y gente identificada con sus ideas lo ocultó cerca de un año en las sierras cordobesas. Luego, su destino fue La Plata lugar al que arribó vestido de mujer para poder continuar escondido.

 

Una encefalitis lo afectó en setiembre del ´75 pero no fue atendido correctamente hasta octubre en que, con un nombre falso, ingresó a una clínica de la Capital Federal donde murió el 4 de noviembre. Sus compañeros lo llevaron sentado en el asiento delantero de una ambulancia hasta Córdoba por lo que oficialmente falleció el 5 de noviembre. Tenía 45 años de edad.

 

El velatorio se realizó en el Club Redes Cordobesas donde se montó una capilla ardiente. A la inhumación de sus restos, en el cementerio de San Jerónimo, concurrieron unas 20.000 personas pese a la amenaza de la Triple A. Amenaza que se concretó con disparos desde los techos de panteones contra la concurrencia lo que provocó varios heridos. Durante el desbande, el féretro quedó en una bóveda cualquiera y, recién a la noche, lo depositaron en el panteón de Unión Eléctrica donde permanece hasta la actualidad.

 

Así eran las cosas promediando los setenta: violencia y caos. Vieja pesadilla de muchos, adhesiones nuevas de quienes no vivieron lo que pasó e inmejorable oportunidad para mercaderes de ideologías.

Por Roberto A. Bravo