COLUMNA DE OPINIÓN

Sueños y consecuencias de los sesenta Parte II

Ésta columna es una continuidad de la expresada el pasado lunes 9 del corriente mes a propósito del cincuentenario del asesinato de Ernesto Che Guevara.

 

Madrugada: las tres y pico. Los ocupantes de varias mesas de la confitería La París estiraban todo lo que podían la jornada pese a la indirecta (más bien directa) del Cuco Tapia y otros mozos apilando en torno a ellos sillas sobre mesas en un mensaje inequívoco de inminente cierre.

 

Los ceniceros desbordaban de colillas de cigarrillos y abundaban los pocillos con sobras de café (mezcladas con cenizas de los Puchos…). Las conversaciones pasaban por política, chicas y fútbol; los que no dominaban esos temas estaban Out.

 

Esa podría ser una de las amarillentas fotos del San Rafael de los años sesenta y primeros de los setenta. Así, noche tras noche. Lo mismo un lunes que un sábado. Es que, precisamente, la ciudad tenía lo que se llamaba Noche: cuatro cines, tres pizzerías, restaurantes, confiterías bailables, todo en el micro centro.

 

Volviendo a la agenda de cada noche, específicamente la política, el arco ideológico que profesaban muchachos y chicas abarcaba a demócratas, socialistas y comunistas, peronistas y radicales, o dicho de otro modo, derecha, izquierda y un centro con matices hacia un extremo u otro. Sí, también estaban desarrollistas e Intransigentes.

 

¿Si se discutía mucho? Permanentemente. Pero en tonos bajos, respetuosos completamente alejados de lo que podría ser una pelea verbal. Seguramente, en parte, por el modo en que varios políticos expresaban sus pensamientos (me estoy acordando de Ricardo Balbín que anduvo por aquí en un par de ocasiones) y en parte porque cuándo se quiere aprender, cuando la verdadera pretensión es enriquecerse, deja más rédito escuchar que hablar.

 

Saber de política, debatir sobre política y políticas, fue un signo que distinguió a los jóvenes de los años sesenta y parte de los setenta hasta que los golpistas cortaron de raíz todo lo que tenía que ver con la civilidad.

 

Lo que pasó, pasó, pero (contrariando la letra del tango, Si me hablaras Corazón, de Argentino Ledesma) mejor es no olvidar porque la historia, en ocasiones, vuelve.

Por Roberto A. Bravo