EDITORIAL ENTRE RÍOS

Está presente

Un día, fundacional, dijo que venía a proponernos un sueño, que no dejaría sus convicciones en la puerta de la Casa de Gobierno y que no pagaría la deuda sobre el hambre de los argentinos. Yo miraba el televisor de reojo y pensé: ¿Será?

Al poco tiempo se paró frente a los militares formados y les dijo: “No les tengo miedo”. Después, casi enseguida, al mismo jefe del Ejército, le ordenó un seco “Proceda” y le hizo bajar en persona los cuadros de los genocidas, que no debían estar en el lugar en el que estaban, que no debían estar en ningún lugar. Yo pensé: “no sería mejor hacerlo de otra manera?”. Otro día, llamó a todos, hasta a las Abuelas de Plaza de Mayo, y avisó que le pagaba al Fondo Monetario lo que se le debía, y que se fuera. Pensé: “¿será conveniente gastar tanta plata?” En 2009, en un acto en el conurbano bonaerense, dijo “TN Todo negativo” y yo pensé: “se pudrió todo, este tipo está loco”. A los pocos días dobló la apuesta con: “Qué te pasa Clarín, estás nervioso?” Y ya estábamos muchos, muchísimos, en un baile popular que puso todo lo que hasta ahí sabíamos sobre medios, periodismo y verdades irrefutables patas para arriba. Para entonces, hacía rato me había dado cuenta que el que se había equivocado era yo.

Con el impulso del gobierno y la participación de sectores hasta ahí impensados, se discutió y se aprobó una nueva ley de medios, después de casi treinta años de frustraciones y lamentos. No se lo perdonarán nunca, cada vez está más claro. No les perdonarán, ni a él ni a su compañera, haberlos dejado desnudos. Haber demostrado que aquel modelo de periodista de tele que escuchaba las dos campanas desde un lugar neutral y después nos traducía una equilibrada conclusión, embellecida con latinazgos incluso, no tenía nada de neutral. Ese modelo de entrevista que llegó a poner frente a frente al torturador y al torturado, en igualdad de condiciones, así, sin filtros, sin contexto, sin historia, sin condena, no era más que la puesta en escena, pornográfica, cruel, del sistema que aquellos años 90 venían a instalar definitivamente. El del olvido necesario, para que la injusticia, la social sobre todo, pudiera perdurar.

No le perdonarán haber creado una nueva ilusión cuando no pocos, desde el poder concentrado ya se frotaban las manos pensando que con aquella segunda década infame bastaba para que la sociedad entendiera que no había otro camino que resignarse pasivamente a un destino de entrega y de derrota del campo popular, que no tenía retorno. No le van a perdonar la esperanza, la de levantar las banderas de un peronismo al que desde adentro mismo de lo que su líder con astucia denominó movimiento, le bajaban y le siguen bajando el precio para no embarcarse en la locura de un loco, o de una loca, que encima demostraron que se puede, porque si no, no tendrían que llamarlos así. No necesitarían descalificarlos todos los días. Porque les duele.

Hoy, a 11 años de su muerte, su nombre, su figura, su legado funcionan, con su celebración oficial, como una estrella que guíe la unidad, una unidad deshilachada después del resultado de las PASO y de los acontecimientos posteriores. Pero es necesario, imprescindible tal vez, no olvidar que su legado estuvo construido a base de cosas como las que mencionamos hasta aquí y de muchas más, que estarán en la cabeza de quienes compartimos este momento y que son casi imposibles de enumerar. A base de la voluntad y algo de lo que en la vida de cualquier persona denominamos locura, pero que en la de los líderes políticos, como en la canción de Sui Generis, no es otra cosa que saber ver más allá.

El 2 de julio de 1974, el diario Crónica tituló “Murió”. Y nadie tuvo necesidad de comprarlo para saber quién era el muerto. Como sucede con los líderes políticos de verdad, queridos y odiados, los que dialogan con la Historia, pero sobre todo la hicieron, y la siguen haciendo; estés del lado que estés en eso que con malicia alguien denominó y propagó como “la grieta”, está claro que no es necesario aclarar de quién hablamos. Porque está presente.

Editorial de José Luis Ferrando, licenciado en Comunicación Social, periodista de LT14 Radio Nacional Paraná.