COLUMNA DE OPINIÓN

25 de mayo de 1810: como fuere, una epopeya

En 1810 nuestro país se llamaba Virreinato del Río de la Plata. La máxima autoridad era el Rey de España a través de su representante, Virrey Cisneros. Un día el Rey cayó preso, los criollos forzaron la renuncia del Virrey y formaron el Primer Gobierno Patrio. “Se levanta de la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación”.

 

Como todos, lo aprendí en la escuela. Pero lo que más recuerdo es la leyenda y sus dibujos expresados en Billiken, en la actualidad la revista infantil más antigua de habla hispana.

 

Aquellas ilustraciones mostraban a una multitud desafiante frente al Cabildo guareciéndose de la lluvia con paraguas. Primeras revelaciones de nuestra génesis.

 

El paso del tiempo las fue cuestionando y a uno desencantando. Es que, aseguran, no era cierto aquello de “lluvioso y frío”; al menos no totalmente. Vamos por parte. Sería muy raro que un 25 de mayo la temperatura no fuera baja pero lo de la lluvia siempre estuvo en duda. No hubo registros. El Servicio Meteorológico Nacional se crearía 67 años más tarde.

Y si no llovía ¿Para qué los paraguas? Y ¿de dónde los paraguas si los primeros importados de Inglaterra llegaron hacia 1815?

 

La cantidad de gente no fue tanta. Por entonces, Buenos Aires tenía aproximadamente 50.000 habitantes. Se repartieron unas 500 invitaciones pero solo habrían asistido la mitad de los que recibieron la esquela para concurrir. Un puñado. Para dimensionarlo, esa cantidad reflejaría el fracaso de cualquier manifestación del presente en Plaza de Mayo, la ex Plaza de la Victoria, o cualquier otro lugar de una ciudad medianamente importante.

 

Tampoco hubo uniformidad en el pensamiento; mientras algunos solo pretendían los cargos alimentando la continuidad dependiente, otros luchaban por una verdadera revolución.

 

Destacar aspectos distintos al Relato Histórico del 25 de Mayo de 1810 no le resta brillo ni valor a la gesta que, 207 años después, nos obliga a rendir con gusto y emoción nuestro homenaje a los hombres y mujeres de entonces.

 

Aún con nuestras contradicciones siempre vigentes decimos con orgullo ¡Viva la Patria!