En la Ciudad de Buenos Aires existen numerosas milongas (lugares donde se va a bailar el tango), repartidas por los distintos barrios, y organizadas como “circuitos milongueros” (una milonga distinta abre cada noche de la semana), en donde se escuchan clásicos de la música rioplatense, y orquestas en vivo.
Sin embargo, entre tanta oferta en toda la Ciudad, hay algunas que sólo son visitadas por los fanáticos acérrimos del ritmo del dos por cuatro: antiguos salones de la época de oro, cuando Buenos Aires se consideraba la París de Sudamérica, o clubes de barrio cobijan una milonga en la que todos los bailarines giran por la pista en el sentido contrario a las agujas del reloj.
El código es indiscutible y a la antigua: para bailar se tienen que encontrar las miradas. El hombre hace un gesto de saludo con su cabeza, y si la mujer responde, hay baile en puerta. El abrazo estrecho de la pareja, la caminata tanguera, el corte, la quebrada, y la improvisación.
Hay una coincidencia general entre los estudiosos en señalar que el tango nació primero como estilo de danza y luego como género musical.
Es la danza del tango la que fue impulsando desde mediados del siglo XIX, una progresiva transformación musical que se correspondiera con el baile, llegando a la creación del tango, como género musical, en la última década del siglo XIX.
Podcast: Bajar
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